Antes de nada, me gustaría aclarar una cosa. A partir de ahora me voy a referir mayormente a los cuadros de mando con su nombre en inglés, o sea, dashboards. Es la manera que me suena más natural, dado que toda la vida los he llamado así.

Dicho esto, vamos al tema que nos ocupa. Los dashboards se pueden clasificar de muchas maneras, por ejemplo por el tipo de datos que muestran, o por el dominio de los datos, o incluso por los tiempos de actualización. Pero a mí la manera que más me gusta es según su rol, y según este puede ser de tres tipos, estratégicos, analíticos y operacionales. Coincide bastante con la pirámide de los sistemas de información, de la que algún día hablaré.

Habitualmente relacionamos a los dashboards con labores estratégicas. Los famosos balanced scorecard de Kaplan y Norton han ayudado especialmente a crear esa relación. Habitualmente los cuadros de indicadores que dan soporte a la dirección son estratégicos por definición, ya que ofrecen la visión necesaria para que la dirección tome el pulso al negocio y pueda actuar en consecuencia. ¿Qué es lo que se presenta en estos casos? Habitualmente métricas de rendimiento empresarial de muy alto nivel, incluso con predicciones de hacia dónde van a evolucionar estas. Para no extenderme demasiado, diré que en un plan estratégico se escogen unas metas a varios años, y después unos indicadores que nos hagan ver si estamos dirigiéndonos por el camino trazado. Por ejemplo, si tenemos un restaurante y queremos aumentar el beneficio, lo lógico sería acudir a un contable para que nos vaya haciendo la cuenta de resultado, pero ¿qué os parece si nos montamos un indicador que mida el tiempo de espera de los clientes? Cuantos más clientes atendamos, mayor será nuestro beneficio -por supuesto, si la comida es buena-.

Los dashboards analíticos, en contraposición a los anteriores, miden lo que ya pasó. Se trata de saber qué es lo que ha pasado en un intervalo de tiempo. Obviamente aquí se requieren muchas comparaciones, mayor visión de históricos y tendencias, e información medida en su contexto. Muchas veces en las empresas, para diseñar un cuadro de este tipo, se identifica primero que es lo que se está midiendo actualmente, y se crea a partir de eso la representación más adecuada para poder saber la evolución de esa medida. Además interesa muchísimo poder saber las causas de dicha evolución. Por ejemplo, lo que comenté el otro día de mi dashboard para controlar un proyecto informático es muy buen caso, parto de un Project con todas las tareas, y mido la evolución y los retrasos de manera global y los muestro en un cuadro resumen. Si me interesa saber más, puedo bajar a un reporte generado que me dice con detalle las desviaciones.

Por último, los operacionales. Aquí mostramos información que sufre actualizaciones muy constantes, y que requiere nuestra atención inmediata. Y aquí el detalle es importante, nada de métricas de alto nivel, ya que seguro que según lo que veamos, tendremos que actuar, porque seguro que nos está saliendo mal la producción, o hay un envío que no llega a tiempo, por lo que tenemos que saber la máquina implicada, o el número de albarán problemático, y quien está al cargo para que lo solucione. Un ejemplo claro es el del coche, si se enciende la luz de problema con los frenos, mejor que pares inmediatamente.

Cada tipo de dashboard requiere una presentación, unas características de navegación, y un enfoque diferenciado, pero de eso hablaremos otro rato.